Jordi Boldó

Jordi Boldó, la presencia fugitiva

Luis Carlos Émerich

Novedades, 10 de marzo de 1995

Se podría asegurar que para todo pintor abstraccionista, las presencias inasibles e inexplicables, o las ausencias dominantes hasta la obsesión (llámense memorias, sensaciones o vados absolutos), han constituido el móvil central de su creación, y que si tal móvil jamás ha adquirido figura en la obra misma, se debe a que sus proyecciones o espectros trascienden la mirada e, incluso, la intuición, para situarse en una área nebulosa de la frontera conciencia-inconsciencia del espectador, equivalente a aquella de la que emergió. Es más, aunque lo inexplicable nunca aparezca realmente en la tela de la pintura, es muy probable que de ello propenda la "ejecución" de tantas pinturas, o bien, que su persecución haya sido más enriquecedora que la posibilidad de su hallazgo real. Y aún más, que sin "eso” (sin ese espíritu burlón sin esa falacia tal vez) nunca se vislumbraría la meta verdad: que el artista toma la pintura y su soporte como un espejo imposible, sea para reflejar las presiones o las caricias de los tiempos, sea para mirarse a sí mismo hasta el fondo de su irracionalidad, o bien, para dejar al espejo ser simple o complejamente espejo. Nítido, empañado, marchito, roto o mirado por su envés, el espejo (el vacío de la tela intensificado por el color, la forma y la textura) siempre será espejo y aún así, una improbable metáfora.

Boldó

Todo esto que fue "descubierto" en los albores de este siglo, antes de que Kandinsky lo definiera como abstraccionismo, sigue siendo una forma de provocación del acto creativo. Más que un estilo, la abstracción es la esencia del acto pictórico, y como tendencia que se volvió escuela o academismo que parece clasicismo, está vigente hoy, con toda su fuerza, aun cuando ya no sea de origen.

Sin embargo, reemprenderlo cuando todo ha sido dicho por él y sobre él, es tan peligroso como sobar el filo de una navaja. A pesar de ello, tanto en sus países de origen como en México, subsiste la idea de que jamás se agotará, pues algo tiene de eterno y llegó para quedarse. El abstraccionismo proveyó un lenguaje que va del extremo rigor hasta el lirismo compulsivo, pero entre esos dos puntos quedan muchas tentaciones por expresar a través de sus complejidades y de nuevas circunstancias, sobre todo por su confrontación con otros lenguajes, como son las nuevas figuraciones y los postconceptualismos. Parece que el "viejo” lenguaje abstraccionista aún sopla, o bien, que recuperará el aliento al someterlo a nuevas presiones, especialmente aquellas ejercidas por la ferocidad del entorno social y, mayormente, por las presiones de éste sobre la individualidad, y áun más allá, sobre la intimidad.

Ricardo Mazal. Alfonso Mena. Beatriz Ezbán, Rosario Guajardo, entre algunos otros jóvenes pintores mexicanos, han refrescado los aires de lo que parecía consumado (asfixiado) por sus progenitores: los informalistas italianos, españoles y franceses de los años cuarenta-cincuenta y los expresionistas abstractos de la Escuela de Nueva York, por mencionar algunos. Y aunque por su edad Jordi Boldó (Barcelona, 1949; mexicano desde 1957) no cabría en esa generación, por la demora de su entrada al medio plástico o por su sano alejamiento de éste, su actual exposición titulada De cuerpo presente, en el Museo Carrillo Gil, brilla por su individualismo y su intimidad no sólo porque constituyan el tema de su obra, sino porque para muchos espectadores será una sorpresa. A pesar de contar con un amplio historial profesional (desde 1978) y de haber recibido diversas distinciones, parecería que este conjunto de 13 pinturas es decisivo para fijar drásticamente su propuesta.

Cuerpo presente

Si el título de la exposición recuerda la solemnidad de una misa de muertos, o sea, la activación de la conciencia de la mortalidad, es muy probable que lo opuesto, la celebración de la vida a pesar de las acechanzas, sea su móvil principal. Aunque esto no es autobiográfico, quizá Boldó crea aún en el potencial del abstraccionismo lírico para estimular y desbocar la pasión. Por su revalidación del gestualismo y del flujo aleatorio de significados de objetos encontrados al azar y adheridos como testigos y compinches de la ejecución del cuadro o por anteponer la pasión gestual a la razón de la pintura. Boldó es un asbtraccionista que no desdeña el atisbo de figuras que, por su naturaleza, se suman a la sinrazón de sus sensaciones. Aquí no hay más premeditación que la de darlo todo, sea lo que sea. El suyo es un volcamiento total. En sus obras no hay más intención ordenadora que aquella que el de la saturación total a partir de una señal, que de algún modo aluda a un cuerpo cualquiera, no necesariamente humano. Cualquier cosa que merezca llamarse “cuerpo” por su acción o efecto en lo cotidiano o en la solución compositiva de la pintura misma, “flotará”, "se ocultará", "se cortará", "se estrechará" como las sensaciones que orillaron al pintor a acumular colores corno delimitadores brutales de forma remotamente discriminables antes de evadirse o invadirse o después de penetrarse. Son cosas o señales o remanentes de formas o de espacios más o menos esbozados por el dominio de algún color, que componen o descomponen el espacio, pero le dan un sentido visual, independientemente del significado que se le atribuya.

El "cuerpo presente" de Boldó es el cuerpo unitario de las cosas y los colores que se apresuran a entrar al juego sin reglas del espacio pictórico. Pero también es una posible reflexión sobre la gestación esencial de la pintura como fenómeno histórico, o sea, como una evidencia de las necesidades de expresión irracional que por imposiciones externas ha debido manifestarse mediante metáforas del comportamiento humano para mantener latente su espíritu abstracto, es decir, una forma de pureza que quizás sea la original y, por ello, imposible de imaginar, de transformarse en imagen. El cuerpo presente de Boldó es entonces, el de la conformación visual de lo imposible de "decir" mediante figuraciones metafóricas. Por tanto, es un ahogo que por desesperación genera espacios y colores, por decir algo.