La obra pictórica de Jordi Boldó, que en adjetivos como explosiva, contundente y lúdica define su esencia, encuentra su correlato en la forja de este libro. El aura singular que lo cobija proviene de que en él conviven, en gozosa armonía, pintura y escritura con resultados gratos y estimulantes a la vista y al entendimiento.
Dotado de una energía incansable y crítica, el temple de Jordi Boldó, siempre a contracorriente y con argumentos, encuentra en estos despistes la pista inequívoca: una forma de interrogar al mundo que, gracia de la paradoja, se convierte en una manera
de hacerlo más tolerable, acaso más querible.
Francisco Magaña