Correspondencias es una serie inconclusa de pinturas sobre papel con un formato único; el artista considera culminarla con una centena Carta, nombre genérico de los elementos de la serie. Las Cartas son pinturas con valores autónomos que, como sugiere el título de la serie, contienen elementos –técnicos, cromáticos, formales– que las vinculan más allá de su formato, pudiéndose organizar, como en el caso de esta selección, agrupamientos de ellas recalcando algunas de sus correspondencias que, no obstante de ciertos atisbos figurativos, no pretenden constituirse como una narrativa. Si bien estas cartas no cuentan historias concretas, la referencia epistolar de la serie y las obras no es gratuito, sino que implica un deseo del autor de imponerse un proceso de trabajo con un esquema definido, con un repertorio al mismo tiempo variado y fijo de técnicas y materiales, concentrado en un soporte que, como el papel, permite una manipulación más ágil que la tela en bastidor; un proceso que, similar al epistolar, se concibe como un diálogo íntimo, comentado o respondido entre una y otra carta, desarrollando, variando, cancelando e inaugurando motivos de expresión. Si bien son visibles algunos gestos de grafito y frecuentes los esgrafiados, la elección del papel como soporte no ha orientado a Boldó (Barcelona, España, 1949, mexicano desde 1957) hacia las técnicas del dibujo: óleos, cera y pigmentos son aplicados con la mano, espátulas y atomizadores, recurriéndose también a esténciles, pegotes y otros recursos pictóricos. Sin embargo, el aspecto final de las obras no es la de un ensamblado ecléctico, produciendo la mixtura técnica una obra fluida y coherente a la mirada. Sin pretender estas Cartas abrigar la energía y ponderación que demanda el gran formato, su fluidez, soltura y espontaneidad son un testimonio de la capacidad madura de ejecutar y expresar alcanzada por Boldó. Asimismo, es claro que esta soltura ha encontrado la gracia del desenfado: el soporte elegido tolera un grado máximo de textura y materia menor al del lienzo, de la misma manera que el tono íntimo de una carta es ajeno a los rigores estilísticos de un documento público. Como se ha mencionado, estas misivas pictóricas han admitido ciertos guiños figurativos, y la mirada curiosa e imaginativa puede encontrarse con sugerencias de casas, caminos, ojos, mapas, paisajes, espacios. Es fácil congraciarse con estas obras, elegir una de ellas como favorita y permitir que accedan a un particular y entrañable territorio de nuestra sensibilidad, como esas cartas que, antaño, se extraían del cajón privado para ser frecuentemente releídas. Estas cartas también pueden ser compartidas y combinadas, como las de las barajas del juego y la adivinación, permitiendo las numerosas combinatorias, curiosos hallazgos y estimulantes experiencias lúdicas.